Leo a mi querido Martín Garzo en El País y las lágrimas saltan sin poder reprimirlas. Supongo que hace dos años el mismo texto hubiera sido leído y a otra cosa, pero la maternidad ha hecho clic y respondo ante la posibilidad de que mi piojillo ya no sea tal y se convierta en un muchacho espigado y brutote con un ataque de pubertad imparable. Y me doy cuenta que ya van ocho meses y medio en la cuenta del debe y vislumbras el principio del fin. Y aunque sé que es imposible, me declaro egoista y pararía el tiempo y evitaría que mi niño pudiera disfrutar de todo lo que yo disfruto, solo por el placer de verle eternamente como ahora, sin preocupaciones, alegre y siendo yo su centro de atención. Despierto del ensueño, me vuelvo humana bondadosa y comprendo que llegará un día en que mis cuentos le suenen a charla inútil. Pero mientras, le disfruto.
Para mamas y papas primerizos, les paso el enlace al artículo de MG: ARTÍCULO
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