Puedo entender a las mujeres y hombres que rechazan de plano tener hijos, es más, en algunos momentos de mi existencia, les envidio plenamente. Pero hay días o momentos, en que un gesto de A. o L. me devuelven mi fe en la capacidad de los niños para robarte el corazón. Esta noche me ha tocado entrar a darle el famoso Apiretal (que junto al Dalsy es como uno más de la familia. En urgencias, víctima de un gripazo + anginas, me preguntó la médico que antiinflamatorio tenía en casa, y mi marido y yo, al unísono, soltamos Dalsy...) a L., a la que he pegado ese gripón, que por cierto a mi me pasó A. La cuestión es que no cambio por nada en el mundo verla dormida en su cama, agarrada al osito, y levantar la cabeza entre sueños cuando la he movido. Es una sensación que nada puede igualar, y por desgracia, y esta vez no les envidio nada, no podran tener nunca todos aquellos que decidieron que un enano saltarín solo podía ser un obstáculo para su tranquila vida.
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Hace 5 semanas