Historias breves vividas desde agosto 06 por una madre sin experiencia y su bebe dispuesto a aprender

martes, 27 de marzo de 2007

Tener un hijo es sentir una cadena atada a tu tobillo de forma continua. No lo digo de manera quejosa ni enfadada. Es la simple constatación de un hecho. Ya puedes poner kilómetros entre tu y el, que siempre sentiras ese lazo que provoca que no puedas deshacerte de su imagen. Viene al caso esto porque he procedido a celebrar mi primer viaje sin el bebe. Era a una ciudad a una buena distancia de la mia. El primer día celebras las horas de sueño que ganarás esa noche. Durante la noche no paras de pensar en cómo estará el niño, por lo que duermes la misma cantidad que si hubiera estado junto a ti. El segundo día te lo pasas colgada del teléfono comprobando que el niño sigue en su sitio, entero y que no se olvide de ti, para lo que le gritas bobadas a través del móvil. La noche vuelve a ser una copia de la primera, con el desasosiego ya subido a tu espalda de manera continua. El tercer día es el del regreso y pasas las horas deseando llegar a casa para verle de nuevo. Certifico por lo tanto, que existe esa cadena, pero no lo digo con dolor sino con alegría.

miércoles, 7 de marzo de 2007

Licenciada en mamitis, titulada en Matemáticas

Asumía con gusto o resignación, según el supuesto a aceptar, que se me presumiría paciencia, dulzura, capacidad de discernir entre varios tipos de lloros, resignación para dejar a un lado actividades comunes antes desempeñadas sin problemas, o carácter resolutivo ante las adversidades que me salieran al paso. Para eso y más estaba preparada. Pero no para que a mis estudios, que por tendencia juvenil se torcieron hacia las letras, tuviera ahora que añadir un curso acelerado de números.
Pruebe a calcular la cantidad de medicina que debe darle a su bebe de acuerdo con a) las indicaciones establecidas por el pediatra, b) las recomendaciones del prospecto. Es una tarea que además generalmente debes realizar con un niño desesperado (si le estas dando medicinas es que no anda muy cristiano) y un marido / pareja que subido a tu chepa farfulla contra el pediatra, las medicinas, los mocos y las técnicas de suministro de las medicinas.
Y tu te enfrentas al siguiente problema matemático: debe dar una dosis de 0,8 ml del X medicamento. Contará para ello con un gotero en el que no aparece señal ninguna. 0,15 ml del medicamento son 6 gotas. 1 ml del medicamento son 40 gotas. Y vamos, vamos que el marido / pareja más chilla y el niño no berrea, directamente se ha subido a tu cabeza y la golpea con lo primero que ha pillado.
Total, que tras hacer la cuenta de la vieja durante unos segundos, decides que aproximadamente le vas a endosar 35 gotas y veremos que pasa. El mio ha ido tolerando la dosis. Cruzo los dedos porque ahora me toca los 2,5 ml de Y con un cacito con divisiones aleatorias...

jueves, 1 de marzo de 2007

Nuestro monito amaestrado

Las relaciones de padres primerizos con otros homólogos me traen a la cabeza los comportamientos de los animales de los docus de la 2, que allí en la sabana africana se esfuerzan por mostrar su plumaje, cornamenta o cualquiera sea su principal atributo, cuando se encuentran frente a frente a un ejemplar de su especie y sexo.
Quiero decir, que si estando en un lugar cerrado en el que hay que esperar un tiempo, que oscila entre los 30 minutos o la eternidad, y en el que la única diversión es un cártel sobre el Mundial 82, es decir, en la consulta de un médico, se inicia una lucha titánica por demostrar a los que nos rodean las habilidades de nuestro rorro.
El mio anda ya, y dice papa y se toca los pies con las manos, y ya puestos, si el enfrentamiento es muy igualado, somos capaces de vender que el pequeñajo de 6 meses que te mira con cara asombrada desde un cochecito, controla ya la tabla del 9, dibuja sin salirse de la raya y prepara su ingreso en el Conservatorio.
Y cogen al niño, él que estaba tan tranquilo asombrado porque ha descubierto una cosa con cinco palos que se mueve delante de él al acabar su brazo, y anda nene, a hacer la función. "Pablito, nene, a ver cómo andas", "Azucena, ven con papa y cantame la canción"... Todo ello a ser posible en voz muy alta, por si alguno de los sufridores no se hubieran enterado que tienen un Einstein en potencia ante si. Y encima, aunque ellos no se quieren dar cuenta, el niño pasa de sus padres y no hace nada de lo que le piden y miran alrededor buscando una tabla de salvación.
Pero es más, se acercan a la víctima que más cerca tengan e intentan entablar una conversación. No pretenden ser amables durante la espera, sino que dan vueltas a la conversación hasta que encuentran un resquicio en el que colar cómo come el niño, cómo duerme el niño y de qué color son los granitos que le salen en el estómago.
En fin, que si en una consulta de un centro de salud cualquiera, el matrimonio de viejecitos que van a por recetas, decidieran aprovechar la espera para demostrar lo bien que tienen la memoria y cómo recuerdan todos los datos, a voz en grito y en medio de la sala (bueno, bien pensado, sí que suelen hacer eso), nos extrañaríamos. ¿Quién ha dado entonces beneplácito a los papas para tener un monito amaestrado que mostrar en estas ocasiones?